243 millones de mujeres y niñas de 15 a 49 años son víctimas de violencia física o sexual por parte de un familiar cada año.
El número de llamadas a las líneas telefónicas de asistencia se ha quintuplicado en algunos países como consecuencia del incremento de las tasas de violencia de pareja provocado por la pandemia de COVID-19. La restricción de movimiento, el aislamiento social y la inseguridad económica elevan la vulnerabilidad de las mujeres a la violencia en el ámbito privado en todo el mundo.
Adicciones y violencia de género
Según un informe de la ONU, la crisis de COVID-19 ha supuesto una amenaza a los ya limitados avances en materia de igualdad de género. La pandemia está agravando la feminización de la pobreza y la vulnerabilidad de la mujer a la violencia. Y entre ellas, las mujeres que consumen drogas están directamente afectadas, ya que la prevalencia de violencia en el ámbito de la pareja es mayor en este colectivo de mujeres en comparación a la población general.
Las mujeres que consumen drogas están entre las primeras afectadas. En el contexto del estrés y el aislamiento asociados a la pandemia, su situación sólo puede empeorar. Además, cuando estas mujeres se enfrentan a situaciones de adicción, también tienen más dificultades que los hombres para acceder a una atención adecuada. En primer lugar, por el estigma que sufren. Pero también porque hay pocas estructuras adaptadas a sus necesidades.
Violencia y consumo problemático de sustancias forman una relación compleja que debe abordarse de manera integral. Este tipo de intervención sólo puede llevarse a cabo con programas diseñados e implementados desde una perspectiva de género. Con esta atención específica, las mujeres afectadas pueden abordar el problema de la violencia como factor desencadenante o agravante de su adicción y así abordarlo de forma más efectiva.
Necesidad de incorporar la perspectiva de género en los servicios de adicciones
Uno de los aspectos clave de las perspectivas de género en los servicios de adicciones es que abordan de forma específica y contundente la violencia de género como uno de los elementos que influyen los trastornos por consumo de sustancias, es decir, que violencia y consumo problemático resultan en una relación compleja que debe abordarse de manera integral y no parcelada. En entornos masculinizados, en los que no se contemplen las problemáticas específicas de género, difícilmente las mujeres que han sufrido violencia de género y presentan trastornos por consumo de sustancias podrán tratar efectivamente este tema y mejorar su salud y bienestar, vulnerando esto el principio de justicia social.
Dianova hace un llamamiento a las autoridades para que respondan a las vulnerabilidades y necesidades específicas de las mujeres que consumen drogas. La incorporación de la perspectiva de género en los programas de tratamiento permite abordar directamente el problema de la violencia de género en un entorno seguro. Finalmente es esencial que las administraciones den mayor soporte a los servicios de adicciones.
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Fuente original: Comunicae.es.